La sociedad del conocimiento, la brecha digital y los satélites artificiales venezolanos

La sociedad del conocimiento, la brecha digital, el futuro de un país está en una generación de relevo capacitada, sin embargo, la realidad supera la ficción. Mucho se ha dicho sobre la sociedad de la información y la sociedad del conocimiento y también, no cabe duda que las brechas cognoscitivas y digitales, son una realidad ineludible desde un enfoque prospectivo en materia a la nueva web 2.0, este es el caso que atañe a los satélites artificiales venezolanos “VENESAT-1”, o mejor conocido como: el “Simón Bolívar”, el “Miranda” y el “Sucre”. El primero, adquirido para cubrir la brecha digital de Venezuela, lejos de ello se desvirtuó para ser objeto de uso militar y educativo, quedando relegado, finalmente, al simple uso propagandístico. En cuanto al satélite Venezuelan Remote Sensing Satelite (VRSS-1) que lleva por nombre Satélite “Miranda”, trata sobre la observación remota y la toma de imágenes digitales de alta resolución para fines de estudios geográficos, agrícolas, hídricos, sismología y planificación urbana, y por último, el VRSS-2 Satélite “Antonio José de Sucre”, que según Tarek El Aissami se utilizaría como herramienta para planificación de proyectos en áreas agrícolas, salud, energía, seguridad alimentaria, gestión de riesgos socio-naturales y seguridad ciudadana.

La intención de este artículo, es dar una mirada a los proyectos de innovación en Venezuela y reorientarnos a lograr que la brecha digital y cognoscitiva sea superada o al menos reducirla, a través de proyectos educativos apoyados con el uso de los satélites artificiales venezolanos. Estos fueron adquiridos para aprovechar el uso de esta tecnología en diversos sectores de la sociedad. Los últimos años del siglo XX y lo que va del siglo XXI, se enfocan en temas como aplicación del conocimiento en la economía y la mejora de las condiciones de vida. El Estado venezolano, ha empleado recursos, tiempo y capacitación de personal para que, a través de satélites artificiales, se obtengan datos para la toma de las decisiones que mejore y fortalezca todos sectores de la sociedad. Sin embargo, no se observen avances en los sectores que aprovecharían esta tecnología.

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Ficha técnica del Satélite «Simón Bolívar», el primero adquirido por Venezuela. Imagen cortesía de misistemasolar.com.

Desde el año 2008 hasta el 2017, Venezuela compró tres satélites a China. El primero, llamado “Simón Bolívar”, fue lanzado en octubre de 2008, posteriormente  el “Francisco de Miranda” en septiembre de 2012, y por último, el “Antonio José de Sucre” en octubre de 2017 (O.L.P., 2017). Ahora bien, los objetivos del satélite “Simón Bolívar” VENESAT-1, fueron los siguientes:

  1. Facilitar el acceso y transmisión de servicios de datos por Internet, la web 2.0.
  2. Telefonía, televisión, telemedicina y tele educación[1]. En lo relativo a la transmisión servicio de conexión satelital de internet, ABA satelital, permitiría sentar las bases para el desarrollo autosostenido, la provisión de comunicaciones supone una reducción de costos y ampliación de cobertura para las redes de video, voz y datos.
  3. Telemedicina: El envío y recepción de radiografías, ultrasonidos, resonancias magnéticas y mamografías de personas que se encuentran muy lejanas de los centros primarios de atención en salud. Esto para garantizar el tratamiento de la población de forma inmediata.
  4. Teleducación: Educación hasta las regiones más remotas a través del uso de la tecnología para enviar paquetes digitales de programas educativos.

Este último objetivo, es base para mejorar la conectividad en la educación a distancia en las regiones más apartadas del territorio.

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Lanzamiento del Satélite «Antonio José de Sucre». Imagen cortesía de misistemasolar.com.

Algunos datos que vale la pena destacar sobre el satélite “Simón Bolívar”, es la enorme inversión (400 millones de dólares, según las especificaciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones) para su compra y, sin embargo, desde el inicio, este satélite atravesó por una satelite-simon-bolivar10suerte de tropiezos tales como: no se transmitió ni se recibió su servicio en Venezuela, sino por el contrario, la transmisión alcanzó a los países centroamericanos y del Caribe más toda Suramérica (exceptuando Chile y Argentina). Estos países se beneficiaron del servicio, sin pagar durante un periodo indeterminado por el uso, mientras Venezuela, debía continuar pagando el satélite internacional, luego de corregir el problema técnico, su uso se destinó al control social vinculado al uso de otras tecnologías provenientes de China, alejándose así de su objetivo real.

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Información sobre el Satélite «Miranda». Imagen cortesía de Verde Periódico Ecológico

Por otra parte, en cuanto al Satélite “Miranda”[2], Venezuelan Remote Sensing Satelite (VRSS-1), su objetivo fue obtener datos del desplazamiento de fuerzas militares, detectar recursos naturales y actividades como minería y cultivos ilegales. En sus inicios, se dieron entrenamientos de personas de diversas áreas vinculadas con actividades catastrales, ubicación de cultivos ilícitos, pistas de aterrizaje improvisadas para fines ilícitos dentro del territorio venezolano. Sin embargo, no se posee un libro o catálogo de la llamada: “cromatografía del trópico”, es decir: es la clasificación de las plantas, y sus longitudes de onda. Según el tipo de vegetación, visto desde el satélite permite identificar con precisión, las plantas, árboles y ríos, gracias a la descomposición de la luz en diferentes colores y sus respectivas longitudes de onda. Esta información es útil, para las siembras, el impacto para las comunidades y el intercambio de conocimientos, estudios geológicos, agronómicos, científicos y académicos. Los satélites artificiales venezolanos son sub-utilizados por los organismos públicos, la academia o instituciones que desarrollan actividades geo-ambientales, educativas y relacionadas con la telemedicina, todas áreas necesarias para el país (O.L.P., 2017) Entonces, ¿Cómo podemos hacer uso de esta tecnología, como herramientas efectivas para reducir la brecha digital, la cognoscitiva y cumplir con los “Objetivos del Milenio”? Retomando los objetivos para los cuales estos satélites fueron concebidos, como la educación o tele educación para llegar a lugares remotos con uso de la web 2.0 y 3.0, desarrollar la telemedicina en el caso del Satélite “Simón Bolívar” o detectar actividades ilícitas dentro del territorio de Venezuela, actividad posible a través del uso del Satélite “Miranda”.

Finalmente, el Satélite “Antonio José de Sucre”, podría ser utilizado por la organización de los países amazónicos conocido como (OTCA)[3] para monitorear la calidad de agua de ríos, así como, los efectos negativos medio ambientales por la desforestación, cambios en el ecosistema y los abusos del Arco Minero del Orinoco. En tal sentido, El Aissami (2017), afirmaba que “Nuestros satélites, estos satélites, son satélites para la liberación, para constituir y preservar la vida, la defensa de los pueblos, no para conquistar. Nuestro pueblo, el pueblo de Venezuela está caracterizado por ser un pueblo digno e independiente y hoy seguimos haciendo verdadero ejercicio de nuestra la soberanía”. En tal sentido, por el balance que aquí se expone, podríamos afirmar que es muy poco el impacto que dicha inversión ha tenido en el devenir de la ciudadanía y en el desarrollo de las actividades productivas del país.

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Ficha técnica del Satélite «Antonio José de Sucre», el tercero adquirido por Venezuela. Imagen cortesía de Ciudad Caracas.

Conclusiones

En resumen, estos satélites son una tecnología que puede salvar las distancias geográficas, educativas, e incorporarnos de manera gradual y eficiente a la sociedad del conocimiento. Si bien es cierto, que los satélites cuentan con un tiempo de vida útil de 12 años, a la fecha aún se podrían utilizar y con la información recabada -aún sin procesarse- ser usada en el cumplimiento de los “Objetivos del Milenio”, con los beneficios que pueden brindar a la sociedad en el diagnóstico y la salud preventiva, con el acceso a los lugares más remotos de nuestra geografía, de forma tal que se logre reducir brechas digitales y cognoscitivas de caras a este nuevo milenio. Por el contrario, el nulo impacto de estos satélites artificiales en la sociedad venezolana, muestran que otras fueron las prioridades.

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[1] ABAE es la Agencia Bolivariana de Actividades Espaciales, es un organismo del Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología encargado de desarrollar y llevar a cabo las políticas del Ejecutivo Nacional de Venezuela respecto al uso pacífico del espacio exterior.

[2] La autora del presente artículo, asistió a varios cursos realizados en Venezuela, en la Dirección de Geografía y Cartografía de las Fuerzas Armadas (DIGECAFA) junto con la Agencia Bolivariana de Actividades Espaciales (ABAE) sobre la “Percepción remota y el procesamiento de imágenes digitales del satélite Miranda”, con la finalidad de clasificar los archivos e integrarlos a un banco de imágenes de la Comisión Presidencial Negociadora (CONEG) entre Colombia y Venezuela, que existe desde el 14 de julio de 1990, “es la instancia competente para negociar la delimitación de las áreas marinas y submarinas”.

[3] La Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), es un organismo internacional multilateral de carácter ambiental que pretende promover la perversión natural de la Amazonia.

Referencias

Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales (ABAE) (2019). En ABAE (Documento en línea). Disponible en: http://www.abae.gob.ve/web/ (Consultado en 12 de enero, 2019).

O.L.P. (2017, octubre 10). “Ninguno de los tres satélites beneficia al país”. En El Nacional (Noticia en línea). Disponible en: http://www.elnacional.com/noticias/sociedad/ninguno-lostres-satelites-beneficia-pais_206960 (Consultado en 5 de enero, 2019).

Wikipedia (2019). VENESAT-1 (satélite). En Wikipedia: la enciclopedia libre (Documento en línea). Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/VENESAT-1_(sat%C3%A9lite) (Consultado en 5 de abril, 2019).

El Impulso (2017). Tercer satélite venezolano Antonio José de Sucre está en órbita. En El Impulso (Noticia en línea). Disponible en: https://www.elimpulso.com/2017/10/09/tercer-satelite-venezolano-antonio-jose-sucre-esta-orbita/ (Consultado en 10 de mayo, 2019).

Por: Elizabeth Wright

https://orcid.org/0000-0002-6097- 9682

@tiabrujula

elizabethwright133@gmail.com

Especialista en Gerencia en Tecnología de Información

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Cambio Universitario. Mayo, 2019

https://cambiouniversitario.wordpress.com/

Caracas, Venezuela: Universidad Central de Venezuela (UCV).

La fotografía espacial

El comienzo de la fotografía social

La fotografía, independientemente de sus particularidades, inaugura los sistemas de registro de la realidad a través de la intervención química, primeramente mecánica hasta llegar al proceso automático caracterizado por su reproductibilidad ilimitada. La fotografía como ventana hacia una realidad que inmediatamente pasa a formar parte de la historia, como soporte fidedigno de un hecho acontecido, como reflejo de la sociedad y del transcurso del tiempo, democratizaría la imagen de gran alcance y sería el antecesor de los grandes medios de comunicación de masas de naturaleza icónica.

Diversos fueron los avances que tuvieron que engendrarse, algunos deliberadamente, otros por accidente, para que se conociera a la fotografía tal como es hoy en día. Comenzando por Euclides (325-265 a.C.), con su obra «Los Elementos», Aristóteles (384–322 a.C.), Alkindi (801-873), Alhacén (965–1040) y Filippo Brunelleschi (1377-1446) y sus estudios sobre la perspectiva matemática de la visión, los tratados de León Battista Alberti (1404-1472), el ingenio de Leonardo Da Vinci (1452-1519), hasta llegar a lo que muchos consideraron la mejor expresión del realismo, la toma de imágenes fijas por efecto de la intervención de la luz, cuyo primer ejemplar se le otorga a Joseph Nicéphore Niépce (1765-1833), y que posteriormente con la síntesis y la fusión entre la física y la química del siglo XIX y su posterior industrialización durante el XIX y el XX permitirían su masificación y uso, tomando primeramente como arte una rápida independencia de la pintura realista, y que luego ejercería fuerte presión en la sociedad como medio de comunicación y expresión, ayudando al desarrollo de diversas disciplinas científicas.

El eslogan de Eastman cuando se introduce la cámara Kodak en 1888 «you press the button, we do the rest» le dio la vuelta al mundo y su uso en cualquier evento social era inevitable. Luego, para 1924, Oscar Barnack con el diseño de la «Leica», una cámara para microscopios que empleaba la película de 35mm, facilitaría el ejercicio del fotoperiodismo.

Hablándonos de la fotografía como medio de expresión de una sociedad Freund (1974) nos indica que:

“Su poder de reproducir exactamente la realidad externa – poder inherente a su técnica – le presta un carácter documental y la presenta como el procedimiento de reproducir más fiel y más imparcial de la vida social».

Igualmente Freund (1974) afirma que:

“Hasta entonces, el hombre común solo podía visualizar los acontecimientos que ocurrían a su vera, en su calle, en su pueblo. Con la fotografía, se abre una ventana al mundo”.

La fotografía: fiel compañera de los viajes espaciales

Por medio de la revisión y recopilación de material bibliográfico y noticioso se narra cómo la cámara fotográfica se convirtió en protagonista de excepción de la carrera espacial, tomando la fotografía un papel protagónico de esa era que ha significado un hito cultural de nuestra época.

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Fotografía tomada para el año 1946, primeras imágenes de la Tierra desde el espacio. Imagen cortesía de architecofexperience.wordpress.com

La apertura de los sistemas de captación de imágenes espaciales se produce para octubre del año 1946, cuando un grupo de militares y científicos norteamericanos comandados por Fred Rulli mediante una cámara de 35mm montada sobre un misil V2 lanzado desde la Base de Misiles White Sands ubicada en el desierto de Nuevo México, toman imágenes de la Tierra a una altitud de 65 millas (104,60 kilómetros), siendo consideradas estas las primeras imágenes de nuestro planeta desde el espacio. Dichas fotografías son de baja calidad debido a la tecnología empleada para la época, no obstante, forman parte de la historia de la carrera espacial y posiblemente abrieron paso a una era que aún se encuentra en pleno desarrollo. Las fotografías eran en blanco y negro, en la cual se observa un ángulo de la Tierra y al fondo un ángulo del negro y vasto espacio.

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Una de las tantas fotografías tomadas por el soviético Guerman Titov, desde la nave Vostok-2. Imagen cortesía de photounion.ru

No obstante, fue para 1961 cuando se consiguen obtener las primeras imágenes de la Tierra por una misión tripulada. El pasado 6 de agosto del 2017 se cumplieron 56 años de la fotografía espacial, fecha en que se conmemora el momento donde el piloto de combate y cosmonauta soviético Guerman Titov con una Konvas Avtomat de 300mm al hombro recoge las primeras imágenes parciales de nuestro planeta Tierra.

 

La misión encomendada a Titov era sacar las mejores imágenes de nuestro planeta que se pudieran observar, y dichas fotografías pueden ser vistas en la exposición de “fotografía espacial» celebrada anualmente en la galería Fotosoyuz de Moscú. Para obtener dichas fotografías, Titov recibió más de sesenta (60) horas de instrucción sobre cómo manejar y desenvolverse con la cámara Konvas, convirtiéndose en un verdadero fotógrafo profesional. Titov es considerado el primer fotógrafo espacial y desde su gesta, la cámara y la fotografía han formado parte y han sido actores principales de todas las misiones espaciales. Las históricas fotos reflejan el amanecer de un planeta cubierto de nubes sobre un fondo negro tomadas desde una ventanilla de la nave «Vostok-2«.

Luego de este importante paso, el siguiente lo daría el astronauta norteamericano William Anders tripulante de la misión norteamericana «Apolo 8» acompañado por Frank Borman y Jim Lovell. Esta travesía llevada a cabo en 1968, fue el primer viaje espacial tripulado que alcanzó una velocidad suficiente para superar el campo gravitacional de la Tierra hasta llegar a la órbita de la Luna, desde donde tomaría la fotografía hoy conocida como «Earthrise«, que traducido al español significa «Amanecer de la Tierra», la cual impactaría de manera relevante al mundo científico y la actividad humana.

El cosmonauta Anders (quien llevaría a cabo la tarea científica y de documentación fotográfica) tomó la imagen desde la órbita lunar el 24 de diciembre de 1968 con una Hasselblad 500EL modificada con un accionamiento automático. La cámara tenía un anillo de observación simple en lugar del visor réflex estándar y se cargó con una película Kodak Ektachrome a color de 70 mm.

La fotografía muestra el amanecer en la Tierra flotando en la infinidad con cierto ángulo de la Luna en la parte inferior. El análisis de esta imagen lleva a la conclusión que a lo largo de la órbita de un mes lunar un observador espacial puede percatarse de cómo nuestro planeta cumple con fases similares a las que conocemos y podemos visualizar de la Luna. Eso explica por qué nuestro planeta Tierra aparece a medio iluminar como se observa en dicha fotografía.

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Estampilla del servicio postal de los estados Unidos en conmemoración de la misión «Apolo 8». Imagen cortesía de «Stamps» en Pinterest.

En 1969, el Servicio Postal de los Estados Unidos emitió una estampilla en conmemoración de la misión «Apolo 8«, la cual fue ampliamente difundida en su época. En el sello se muestra un detalle a color de la fotografía «Earthrise» (exactamente igual a la que se muestra en la parte superior) junto a las palabras «In the beginning God…«, recordando sucesos acontecidos dentro de la nave cuando los astronautas compartían entre sí la lectura del Génesis de la Biblia ante la grandeza de lo que observaban.

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Fotografía conocida como «Earthrise». Imagen cortesía de http://www.washingtonpost.com

La evolución de la técnica

Posterior a los registros del «Apolo 8«, se tuvo que esperar hasta 1972 para que esta vez los tripulantes de la misión norteamericana «Apolo 17«, los últimos en pisar la Luna, fotografiaran la Tierra en una vista de 360°, foto que ha pasado a la historia de la humanidad. Dicha imagen a pesar no ser la primera tomada desde el espacio, ni la primera gran toma de la Tierra desde la órbita lunar, ha sido elegida por quien redacta este trabajo como la piedra angular del mismo ya que su impacto a nivel de los medios de comunicación no tuvo precedentes en su época, siendo considerada por muchos la más influyente en la historia de la fotografía. ¿Quién pudo pensar que el hallazgo de Niépce y Daguerre hubiese evolucionado hacia esos destinos?

La famosa fotografía de la Tierra conocida como ¨The Blue Marble¨ o el Mármol Azul en su traducción al español, fue tomada el 7 de diciembre de 1972, a una distancia de unos 45.000 kilómetros (28.000 millas), a las 5:39 am EST, cerca de las cinco horas y seis minutos después del lanzamiento y aproximadamente una hora y cincuenta y cuatro minutos luego que la nave salió de su órbita de aparcamiento alrededor de la Tierra para comenzar su trayectoria hacia la Luna. La imagen fue la primera que mostraba totalmente iluminada a la Tierra; el tiempo de lanzamiento del ¨Apolo 17¨, 12:33am EST, cuando el Saturno V AS-512 despegó majestuosamente desde la rampa 39A del Centro Espacial Kennedy de Florida, significó que teniendo los astronautas una vista del planeta con el Sol a sus espaldas, en África estuviese presente la luz del día durante las primeras horas de vuelo, y con la ayuda de la cercanía del solsticio de diciembre la Antártida también sería iluminada.  Para los astronautas, la Tierra tenía el aspecto y el tamaño de una canica de cristal azul, de ahí el nombre de la misma.

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Una de las más famosas fotografías de la historia conocida como «The Blue Marble», el Mármol Azul. Imagen cortesía de http://www.nasa.gov

La vista de esta fotografía translunar se extiende desde el Mar Mediterráneo hasta el tope de la Antártida, fue la primera vez que se pudo fotografiar la tapa de hielo del polo sur. Casi todo el litoral de África es claramente visible, la Península Arábiga se puede ver en el extremo noreste de África, la gran isla frente a la costa de África es Madagascar, mientras que el continente asiático está en el horizonte hacia el noreste. Estas imágenes fueron y son de libre disposición de los educadores, científicos, museos, y el público en general.

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Harrison «Jack» Schmitt dentro del «Apolo 17». Imagen cortesía de http://www.collectspace.com

No se suponía que la tripulación iba con la intención de tomar fotografías más allá de documentar la expedición sobre la superficie lunar debido al riguroso plan de vuelo. Los aspectos referentes a la fotografía fueron racionados, solo colocaron dos dispositivos para la toma de imágenes. Tampoco se suponía que los tripulantes en el vuelo tenían como objetivo mirar por las ventanas de la nave, no obstante ninguno pudo evitarlo. Lo que observó el equipo del «Apolo 17» (una luz entre azul y verde en un vasto cosmos negro, la cual parecía observarse cada vez más pequeña a medida que avanzaban) les inspiró a tomar la única cámara que no estaba guardada para sacar fotos de aquella espectacular imagen. La NASA oficialmente otorga los créditos de la imagen a toda la tripulación del ¨Apolo 17¨, cuyo objetivo era eminentemente de exploración geológica[1], conformada por Eugene Cernan, Ronald Evans y Jack Schmitt, quienes tomaron las fotografías llevando a bordo una Hasselblad con un lente de 80 mm, y aunque la identidad real del fotógrafo se desconoce, pruebas practicadas posterior a la misión apuntan que la imagen probablemente fue tomada por Harrison ¨Jack¨ Schmitt, doctor en geología, astronauta y posteriormente político estadounidense.

Pocos podían imaginar que ciertamente estaban ante la última oportunidad de observar una misión tripulada hacia el espacio. Inclusive los medios de comunicación  tampoco parecían estar conscientes de este hecho, ya que la misión ¨Apolo 17¨ apenas mereció unos pocos minutos en la mayoría de los mass media. No fue hasta que el vuelo regresó sano y salvo diez días después, cuando las películas de sus cámaras fueron procesadas en el laboratorio fotográfico del edificio 8 del Centro Espacial Johnson, por el técnico de cine Dick Underwood, debelando ¨The Blue Marble¨, imagen impresa en la primera página de casi todos los periódicos del planeta[2].

Curiosamente, no fue una foto de la Luna la más relevante de la misión, algunos esperaban algún hallazgo espacial, no obstante, el mayor hallazgo fue el de darnos cuenta que teníamos un hogar, la Tierra. ¨The Blue Marble¨ reflejaba la belleza de nuestro frágil planeta de forma tan espectacular que se convirtió en un verdadero icono de nuestra civilización[3]. Ha sido la primera oportunidad que hombre alguno ha tenido de tomar una imagen exacta y completa de nuestro planeta desde el espacio y el interés sobre ella era inevitable, llegó a ser una imagen muy sociable debido al hecho de sus proporciones casi perfectamente redondas y características tan familiares, era como verse a un espejo por primera vez, conocernos a nosotros mismos, entender la corresponsabilidad de vivir juntos, la real globalización. La admiración y curiosidad que despertó esta imagen y muchas otras tomadas por la misión llevó a que los efectos de la carrera espacial se extendieran más allá de la cohetería, la física y la astronomía[4].

Colocándonos en el contexto de la década de los setenta, viajar a la Luna se había convertido en algo rutinario, una especie de sueño del cual se despierta bruscamente sin poder volver a retomarlo.

Según el Rav Freeman (2009), se traduce en el mayor descubrimiento del milenio, el descubrimiento del Planeta Tierra y se produce justo cuando construimos templos tratando de alcanzar el cielo y trascender nuestros lazos terrenales, cuando intentábamos mantenernos alejados de nuestra relación con la naturaleza, a tal punto de considerar la Tierra un lugar vil y oscuro, nos olvidamos de cuidarla más allá de nuestro sentido utilitarista y dominante e intentamos alejarnos y escapar de ella. Pero finalmente, en el último de los sueños pudimos escapar de la Tierra, un pequeño planeta en un vasto universo, y porque el hombre lo merece, conquistaríamos un nuevo y mejor planeta, las estrellas y nuevas galaxias. Pero de repente nos encontramos en destinos desiertos, algunos muertos, otros envueltos de una atmosfera venenosa, y al revisarnos los bolsillos vimos que no teníamos como seguir sustentando este sueño de grandeza del cual despertamos al mirar atrás y ver una hermosa perla azul flotando en la inmensidad, dándonos cuenta de que todo lo que nuestros espíritus siempre han querido se encuentra aquí, que la necesitamos a ella y ella a nosotros, que compartimos un mismo destino con ella, que somos uno solo ¡Descubrimos el Planeta Tierra!.

Como homenaje a esta importante travesía cargada de un alto contenido no solo científico sino espiritual, se dejó una placa (que perdurará milenios en el medio ambiente lunar carente de erosión) en la que puede leerse «Aquí el hombre completó sus primeras exploraciones de la Luna. Que el espíritu de paz con el que hemos venido se refleje en las vidas de toda la Humanidad».

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Placa conmemorativa de la primera visita a la Luna, dejada en la superficie lunar por la misión del «Apolo 11». Imagen cortesía de deadpresidentsdaily.blogspot.com

Los tiempos modernos

Hoy en día las mejores fotos no las toman los tripulantes de las naves rusas Soyuz, ni los transbordadores estadounidenses. La Tierra es orbitada por más de mil satélites artificiales, retransmitiendo comunicaciones alrededor del planeta y facilitando la medición de datos sobre el clima, la vegetación y los movimientos humanos a los países que los utilizan. Vale la pena acotar que el título ¨The Blue Marble¨ fue aplicado también por la NASA en el 2012 a una colección de datos y observaciones de secuencias MODIS obtenidas del satélite TERRA que vuela a 700 Km sobre la superficie y que cubrían todo el globo terráqueo a una resolución considerablemente alta. Incluso hoy en día la Apple se ha inspirado en la imagen ¨The Blue Marble¨ para colocarla como fondo de pantalla de la serie de teléfonos celulares iPhone.

Un ejemplo claro de los adelantos en materia de fotografías y transmisión de imágenes espaciales es el telescopio espacial ¨Hubble¨, diseñado para liberar a los astrónomos de una limitación que les había afectado desde los días de Galileo y la teoría copernicana, la atmósfera terrestre. Los telescopios orbitales funcionan como ojos en el cielo que permiten a los astrónomos escudriñar más lejos en el universo y ver el cosmos con mayor claridad.

Las imágenes del ¨Hubble¨ han ayudado a fijar la edad del universo; a descubrir galaxias antiguas, estrellas en formación, el descubrimiento de la energía oscura. A pesar de sus numerosos logros, el ¨Hubble¨ está casi al final de su vida útil. Al ¨Hubble¨ se le reconoce la fotografía más poderosa e impactante tomada en la era espacial, conocida como ¨Pilares de la Creación¨ del primero de abril de 1995 en la cual se observa la materia interestelar compuesta por gas y polvo conocida como trompas de elefante en la Nebulosa del Águila, a unos 7.000 años luz de la Tierra.

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Imagen tomada por el «Hubble» titulada «Pillars of Creation». Imagen cortesía e http://www.nasa.gov

Al telescopio le corresponde su última revisión periódica en mayo de 2009. Su sucesor, el Telescopio espacial James Webb, tiene programado su lanzamiento en 2013. El nuevo instrumento orbitará mucho más lejos de la Tierra, (1,5 millones de kilómetros) por lo que se podrá observar a través del polvo espacial las primeras formaciones de estrellas, galaxias y sistemas solares.

La fotografía en su devenir histórico ha fascinado a muchos científicos y personas que se interesan por fenómenos que desde siempre han convivido con nosotros, llevándonos a tomar consciencia sobre los mismos, más allá de sus causas y consecuencias. Fenómenos que no pueden ser visualizados de manera directa, eventos microscópicos, que suceden a la velocidad de la luz, o que afectan los rincones más alejados del Planeta o del Espacio, han podido ser evaluados gracias a la ayuda de la cámara y su lente que se ha convertido sin duda alguna en extensión del sentido visual del ser humano. Como decía Freund (1974), la fotografía pasó a ofrecer una especie de ventana al mundo y más allá, ya que abarca campos donde el cuerpo físico del hombre no ha podido llegar y posiblemente nunca lo hará.

Por: Orlando Figuera

@ofiguera

orlando.figuera@gmail.com

Archivólogo y MSc en Comunicación  Social de la UCV

NOTAS

[1] Recogieron 110 kg de muestras de rocas lunares y dejaron instalado un ALSEP con los siguientes instrumentos: un gravímetro de superficie para analizar la atracción que el Sol y la Tierra ejercen sobre nuestro satélite, un aparato medidor de masa, velocidad y frecuencia de caída de meteoritos y erosión del material eyectado por el impacto, un aparato para determinar el perfil sísmico a base de cargas explosivas, así como un medidor de la composición atmosférica lunar próxima a la superficie. Esta misión batió varios récords: permanencia más prolongada en la Luna con un total de casi 75 horas; período más largo en la superficie lunar sin interrupción (7 horas y 37 minutos), así como máximo tiempo de exploración con 22 horas y 5 minutos. Como dato curioso una de las cámaras Hasselblad fue dejada en la superficie de la Luna con el objetivo de que algún día alguien iría de nuevo y averiguaría la cantidad de radiación cósmica solar y el deterioro presente en el cristal.

[2] El Archivólogo de la NASA Mike Gentry (2012) afirma que ¨The Blue Marble¨ es la imagen de mayor distribución en la historia humana; quizá no lo sea, sin embargo, la revista LIFE la ha incluido dentro de sus fotografías más importantes e influyentes de su historia.

[3] Activistas de la cultura ambiental, organizaciones y empresas fueron de los primeros en apreciar estas imágenes como íconos y bandera de una nueva conciencia global. La imagen, sin embargo, fue aclamada por el público en general como una representación de la fragilidad de la Tierra, la vulnerabilidad y el aislamiento en medio de la inmensidad del espacio.

[4] La tecnología, especialmente la ingeniería aeroespacial y la comunicación electrónica, se desarrollaron considerablemente durante este periodo. La tecno-cultura de la era espacial llegó y alcanzó campos tan diversos como la economía familiar y de consumo, la cocina, los estudios de defoliación forestal, el atletismo, y el esfuerzo por competir en esta carrera cambió la propia manera en que los estudiantes estudiaban la ciencia. Por ejemplo, el National Defense Education Act de 1958, incrementó los fondos para conseguir estos objetivos desde la educación primaria hasta el nivel de postgrado. En la actualidad, más de 1.200 institutos de E.E.U.U. conservan sus planetarios, una situación sin comparación en otro país del mundo y una consecuencia directa de la carrera espacial.

REFERENCIAS

BOYLE, Alan

2012   40 years later, Apollo 17´s Blue Marble leaves a mark on our memory. [Consultado en línea, el 02/01/2013] Disponible en: http://cosmiclog.nbcnews.com/_news/2012/12/07/15755286-40-years-later-apollo-17s-blue-marble-leaves-a-mark-on-our-memory?lite

EDER, Josef Maria

1945   History of photography. New York, USA. Dover Publications, INC.

FREEMAN, Tzvi

2009   El descubrimiento del planeta Tierra. [Consultado en línea, el 02/12/2012] Disponible en: http://www.es.chabad.org/library/article_cdo/aid/954458/jewish/El-Descubrimiento-del-Planeta-Tierra.htm

FREUND, Giséle

1974   La fotografía como documento social. Barcelona, España. Editorial Gustavo Gili, SL.

HAMBLIN, Dora Jane

1972   LIFE, The Year in pictures 1972: One last fiery hurrah for Apollo: Off on the final run to the moon. [Consultado en línea, el 01/01/2013] Disponible en: http://books.google.es/books?id=R1cEAAAAMBAJ&pg=PA6&hl=es&source=gbs_toc_r&cad=2#v=onepage&q&f=false

HERRERA, Bernardino

2012   Aportes para una teoría institucional de la comunicación: contribuciones desde la historia social de la comunicación. Caracas, Venezuela. Universidad Central de Venezuela, UCV.

LANGFORD, Michael

1976   Tratado de fotografía: un texto avanzado para profesionales. Barcelona, España. Ediciones Omega, S.A.

MARIN, Daniel

2012   A 40 años del Apolo 17, los últimos en pisar la Luna. [Consultado en línea, el 02/01/2013] Disponible en: http://danielmarin.blogspot.com/2012/12/40-anos-del-apolo-17-los-ultimos.html

NASA

2010   Earthrise. [Consultado en línea, el 02/01/2013] Disponible en: http://www.nasa.gov/multimedia/imagegallery/image_feature_1249.html

2002   The Blue Marble. [Consultado en línea, el 02/01/2013] Disponible en: http://visibleearth.nasa.gov/view.php?id=57723

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NOVOSTI, Ria

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RAMIREZ ALVARADO, María del Mar

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Cambio Universitario. Noviembre, 2017

https://cambiouniversitario.wordpress.com/

Caracas, Venezuela: Universidad Central de Venezuela (UCV).

 

El pensamiento científico venezolano y universal: Marcel Roche habla sobre ciencia, tecnología y Derechos Humanos

Marcel Roche fue un caraqueño, nació en 1920, y falleció en el 2003. Doctor en Medicina e investigador científico, redactó 8 libros y numerosas crónicas periodísticas, fue Director Fundador del Instituto Venezolano de Investigaciones Médicas (Fundación Luis Roche); y del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), Presidente Fundador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas y Embajador venezolano ante la UNESCO.

El texto de este trabajo está basado en una charla dictada en el Congreso Mundial de los derechos Humanos, efectuado en Costa Rica del 6 al 10 de diciembre de 1982. En la actualidad este artículo está en prensa en la revista Crónica de Costa Rica. El trabajo también leído en inglés, en forma ligeramente modificada, en la sesión ordinaria de la Pontificia Academia de Ciencias, a la cual el autor pertenece, en noviembre de 1983.

La conferencia, a pesar que han transcurrido 35 años, goza de una vigencia extraordinaria, por ello creímos pertinente rescatar dicho texto que reposa en los fondos documentales de la nación y que forma parte de nuestro patrimonio, no sólo como soporte sino también como pensamiento de una extraordinaria generación de científicos que en cierta medida logró un gran impacto en el desarrollo de Venezuela.

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Personal (incompleto) de la Fundación Luis Roche en la Biblioteca del edificio de la Plaza Morelos. De derecha a izquierda de la foto. Sentados: Jorge Vera, Mario Calciani, Miguel Layrisse, Marcel Roche, Luis Roche (fundador), Francisco De Venanzi, Gabriel Chuchani y Luis Carbonell. De pie: Abraham Levi, Andrés Gerardi, José Forero, Leocadia Escalona, María Enriqueta Tejera, Gloria Villegas, V. Slavka Hitrovo y Francisco Peña.

 

La Ciencia, la Tecnología y los Derechos Humanos

“Empecé a tener mis dudas acerca de la verdad desde que ésta fuera lanzada sobre Hiroshima”

Kurt Vonnegut (Palm Sunday)

El desarrollo frenético de la ciencia y la tecnología forman parte esencial de la cultura de nuestro tiempo, igual como las catedrales fueron el símbolo de la cultura medioeval. Pero nos incumbe reflexionar sobre el reflejo de tal desarrollo sobre el ser humano, el hombre y la mujer, que, al fin y al cabo, constituyen todavía “la medida de toda cosa”. Si el mejoramiento del ser humano y de la calidad de su vida no resultan del desarrollo de la ciencia y de su hijastra la tecnología, entonces, todo ese “progreso” en los conocimientos y en su utilización práctica – aparte de su belleza intrínseca que no se puede negar – es fútil, o puede, incluso convertirse en dañino y peligroso.

Declaraciones de los Derechos Humanos – La Ciencia y sus efectos dobles

Una manera de formarse un juicio sobre tal mejoramiento del hombre es a través de su efecto sobre los derechos humanos, que hoy en día se consideran innatos e imprescriptibles. Llegaremos a la conclusión de que la ciencia y la tecnología tienen al respecto un efecto doble y contrario, nada nuevo. Por un lado, facilitan el bienestar humano y su extensión a un número cada vez mayor de seres y, por el otro, producen efectos indeseables y pueden hasta llegar a eliminar el problema, borrando de un solo golpe a toda la humanidad de la tierra. Es obvio, entonces, que la ciencia y la tecnología deben ser utilizadas con sabiduría, con conciencia de sus efectos dobles, y sin caer ni en un triunfalismo fácil ni en un pesimismo derrotista.

Los derechos humanos fueron enfatizados, entre otros, por Grotius, Hobbes, Spinoza, Locke y Kant, aunque ya formulados, en forma embrionaria, en los siglos XVI y XVII por los juristas españoles Vitoria, Soto y Suárez. La Ilustración del siglo XVIII aboga por la educación, que debía terminar con la ignorancia y, como consecuencia, con la opresión, la pobreza y los males generales de este mundo y llevaría, se esperaba, a la abundancia y la felicidad de los hombres. Voltaire, Diderot, Montesquieu, d´Alembert, Condorcet y Rousseau adelantan aún más el proceso cuyo primer paso práctico, a nivel político, será la Declaración de Derechos de Filadelfia, de 1778 y, en particular, la Declaración de Independencia, redactada por Thomas Jefferson, en 1776… Vida, libertad y búsqueda de la felicidad.

La “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” de la República francesa fue, en 1789, el próximo paso. Consagra “la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre, a saber la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión”. En el siglo XIX, el movimiento socialista le da un nuevo giro al asunto e insiste no tanto en la producción, la propiedad y el beneficio, como en el perfeccionamiento y desarrollo del ser humano, que tienen su origen, según dicen, en las circunstancias concretas en las que el hombre está inmerso. Es, por tanto, esta dimensión social la que marcará su contenido.

Finalmente, en la época moderna y después de una guerra terrible que presenció el holocausto provocado por los nazis y el uso de armas atómicas por primera vez en la historia, las Naciones Unidas promulgan, el 10 de diciembre de 1948, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, iguales e inalienables. En ella se consagra la igualdad en dignidad y derechos, el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona, la abolición de la tortura, de las injerencias arbitrarias en la vida privada, la familia, el domicilio o la correspondencia, la propiedad individual y colectiva, la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, el derecho a investigar y recibir informaciones y opiniones, a la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica, y la educación. Asimismo, se consagra en la Declaración el derecho a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten y se favorece la compresión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones.

Un efecto positivo: el derecho a la vida

Veamos cómo y hasta qué punto tales derechos, y otros derivados de ellos, han sido favorecidos u obstaculizados por el auge que han tomado la ciencia y la tecnología desde entonces.

El primer derecho, sine qua non, mencionado por prácticamente todos los filósofos y todas las declaraciones, es el de la vida, la de esta tierra, cuya realidad ha sido aceptada en forma unánime por todas las religiones, todas las creencias, todas las ideologías. Es para mí indiscutible que la ciencia y la tecnología han contribuido poderosamente a aumentar la esperanza de vida, a través del mejoramiento de la salud pública y, en particular, del dominio de las enfermedades infecciosas y de las enfermedades susceptibles a intervención quirúrgica. Y esto lo ha hecho, aunque en forma desigual, tanto en los países más industrializados como en los subdesarrollados. Es así como, para tomar sólo a nuestra América, la esperanza de vida al nacer, que en Estados Unidos es de 73,2 años, llega ya a 72,9 en Costa Rica y a 71,8 en Cuba. Hay naciones como Haití y Honduras, con 47,8 y 57,1 años de esperanza de vida, que todavía están muy atrás, pero aún así, la mayoría de nuestros países ha visto la esperanza de vida de sus ciudadanos crecer al tiempo que mejoraban los servicios científicos de la salud. La mortalidad infantil, asimismo, ha disminuido hasta colocarse en 14 por mil nacidos vivos en Estados Unidos, en 22,3 en Cuba y Costa Rica respectivamente y en una treintena en la República Dominicana, en Surinam, en Uruguay y en Venezuela. Aquí también constatamos que existen países como Brasil (82,4), Haití (125) y Honduras (98,5) cuyas cifras son aún inaceptables, pero, en general, se ha progresado.

No necesito hacer hincapié sobre los progresos logrados para dominar las enfermedades infecciosas, en particular mediante el uso de la quimioterapia y los antibióticos. Sólo mencionaré que, en la época de 1942 a 1946, momento en que yo estudiaba medicina, la pulmonía lobar por neumococo tenía una mortalidad de cerca de 30% y que ahora la muerte por la misma enfermedad es una rareza, probablemente del orden del 1%, y eso solamente en casos extremos y complicados.

Un efecto negativo: la explosión demográfica

Pero, primer efecto negativo de estas tendencias: el descenso de la mortalidad y aumento de la esperanza de vida, aun en los países subdesarrollados, que son a todas luces deseables, han conducido a una explosión demográfica que amenaza con llevar a la humanidad a una situación de angustiada estrechez, de escasez y de crisis. Esto, combinado con la acentuada migración rural-urbana, está llevando al surgimiento de las grandes ciudades, con resultados verdaderamente monstruosos, como será, por ejemplo, el caso de la ciudad de México, que se estima tendrá para el año 2000 unos treinta y dos millones de habitantes, o la de Sao Paulo, que se espera pueda llegar a tener unos veintiocho millones. Alguna previsión o remedio habrá que tomar. Basta decir que la población mundial, que en estos momentos es de cuatro mil seiscientos millones puede llegar a tener nueve mil millones para el año 2020. Ya China, aun con su política de limitación de nacimientos, ha sobrepasado hoy los mil millones de habitantes.

La Guerra, la Ciencia y la Tecnología

Segundo resultado nocivo del desarrollo de la ciencia y la tecnología: su aplicación a las “artes” de la guerra. Se estima el costo mundial de armamentos en unos seiscientos mil millones de dólares por año, o sea más o menos un millón de dólares por minuto. Nada más falso que aquel decir romano “Si vis pacem para bellum” (si quieres la paz prepara la guerra) enraizado en la “sabiduría convencional” de la humanidad, pues las naciones siempre han preparado la guerra – y la han tenido.

Prácticamente todas las naciones del orbe – con la honrosa excepción de ésta, Costa Rica, que nos hospeda – se están armando hasta los dientes y están compartiendo los “beneficios” del “progreso” en la eficacia de las armas. Sólo que la dimensión  ha cambiado radicalmente, y ahora la humanidad, gracias a la ciencia y la tecnología, tiene en sus manos los medios – concentrados principal pero no exclusivamente, en los dos superpoderes – para autodestruirse varias veces.

Cien millones de dólares diarios para la guerra

Se derivan hacia las armas, o hacia la “defensa” – como la denominan pudorosamente las partes – sumas inconcebibles, que deberían ir dirigidas hacia el desarrollo. Con un inventario de armas nucleares que tienen un poder destructivo de más de un millón de veces el de la bomba de Hiroshima, que mató de un solo golpe a unos cien mil seres humanos, los dos superpoderes siguen invirtiendo más de cien millones de dólares por día para aumentar su arsenal atómico. El adiestramiento del personal militar sólo en Estados Unidos cuesta dos veces más que todo el presupuesto de educación de los trescientos millones de escolares en el Asia del Sur. Y los costos de fabricación y operación de las armas han aumentado astronómicamente. En un mundo con escasez energética, los tanques militares más recientes consumen 450 litros de gasolina cada 100 kilómetros. Un tanque de la Segunda Guerra Mundial valía aproximadamente cincuenta mil dólares; ahora vale un millón y medio de dólares, pues, además de haber sufrido el costo de la inflación, el aparato es, naturalmente, mucho más “perfeccionado”, vale decir que puede matar más gente por los progresos tecnológicos incorporados.

Se dice que más del 50% de los científicos del mundo se ocupan de investigaciones bélicas.

Las armas en el tercer mundo

El Tercer Mundo no escapa a la carrera armamentista, esta vez en forma dependiente. El costo de exportaciones de armas a los países que lo componen por parte de los países “desarrollados” fue de veintiún mil millones de dólares en 1978. Argentina y Brasil se han constituido en exportadores de armas. En mi propio país, Venezuela, se están comprando unos veinticuatro aviones F-16, cuyo costo unitario – 25 millones de dólares – equivale al presupuesto anual de la Organización Mundial de la Salud en investigación de enfermedades tropicales que afectan a centenares de millones de personas.

La Ciencia Pura orientada hacia la guerra

Es lamentable constatar que, sin negar la importancia de las misiones del transbordador Columbia y de sus futuras recaídas tanto en la teoría como en la praxis, la razón principal por la cual los norteamericanos aprobaron el presupuesto de las misiones es su uso militar. De acuerdo con la revista Time, la tercera parte de los 150 vuelos que se han de efectuar en los próximos cinco años ha sido reservada por la Secretaría de Defensa para su uso exclusivo de investigación bélica. Hasta la investigación básica más pura no escapa la orientación de guerra. Es así como el Departamento norteamericano de Defensa ha propuesto aumentar su presupuesto anual dedicado a investigación básica hasta la suma de 723 millones de dólares, de los cuales 328 millones irían a las universidades. El departamento de Defensa de los Estados Unidos no es desde luego una institución filantrópica y su respaldo a la ciencia pura (orientada) no es sino el signo de una creencia, muy justificada por cierto, en que la ciencia más pura puede llevar a aplicaciones prácticas, en este caso terribles. Si menciono solamente aquí a los Estados Unidos, es que ellos actúan siempre en ventanas de cristal, e informan sobre sus presupuestos y sus objetivos. Pero con seguridad igual cosa se podría decir de la Unión Soviética que, como todos saben, no se está quedando atrás en la carrera armamentista.

La ciencia es la búsqueda de la verdad, si. Pero como lo expresa el escritor norteamericano Kurt Vonnegut “I began to have my doubts about truth after it was dropped on Hiroshima” (“Empecé a tener mis dudas acerca de la verdad desde que esta fue lanzada sobre Hiroshima”). Y si bien constato que el “balance de terror”, aun permitiendo unos ciento cincuenta conflictos “menores” en el mundo desde 1946, nos han protegido de un conflicto mundial, me niego a aceptar esa espada de Damocles que cuelga sobre nosotros y estoy dispuesto a unirme con otros hombres y mujeres para derrumbarla.

La revolución verde – el chip electrónico y el robot-soldado

Un efecto positivo, en particular de la ciencia agronómica, ha sido el aumento en la productividad de las cosechas y de la cría, que va de acuerdo con el derecho humano a la alimentación adecuada. Todos conocemos los efectos de la “revolución verde” que ha permitido cosechas mucho mayores de granos esenciales para la humanidad hambrienta. Pero, a más de que tales beneficios están desigualmente distribuidos, tanto dentro de determinados países como entre países del Norte y del Sur, la explosión demográfica han neutralizado en parte los beneficios esperados.

Y no hay duda de que el progreso más revolucionario en tecnología en los años recientes – el invento y la manufactura del chip microelectrónico – ha de ser utilizado en la guerra futura. Se está ya pensando en soldados-robots. Entiendo que el ejército de los Estados Unidos está pronto a poner a prueba un manipulador de municiones, con chips que sirven de “cerebro”. Un brazo mecánico que mueve “músculos” hidráulicos y una “mano” neumática servirán para levantar y armar obuses de howitzer de cien kilos, tarea en la actualidad cansa y pone en peligro a cuatro soldados GI. Mirando bien hacia el futuro, puede ser que tales avances en la robótica lleven a una guerra más humanizada, ¡pues se llegaría a destruir robots más bien que a matar hombres y mujeres, al menos en el “frente” de guerra!

Tanto los estados Unidos como la Unión Soviética están investigando los láseres de alta energía y los rayos de partículas para sus posibles aplicaciones antisatélites. Para el final de 1981, el Departamento de Defensa de EEUU había ya gastado unos mil quinientos millones en armas a base de láser, asegurando al mismo tiempo que la URSS estaba más avanzada en ese campo.

SIPRI, el Instituto de Paz de Estocolmo, asegura que “al menos las tres cuartas partes de todos los satélites son utilizadas para fines militares”.

No hay duda también de que el uso de la microelectrónica y de sus productos conlleva el peligro de invasión de nuestra privacidad, aumentando el poder de los medios de información que invaden nuestra vida e inmiscuyendo en ella “ruidos” indeseables. Las memorias de computadoras anónimas son ahora capaces de almacenar millones de datos que pueden llegar a servir a la represión y al control, no siempre democráticos. Y mencionaré una “invasión”, trivial pero molesta, que es la de la música ambiental. Una de mis pasiones en la vida ha sido la música, y agradezco que los medios de reproducción me hayan permitido a bajo costo conocer el fenómeno musical, desde el canto gregoriano hasta Pierre Boulez. Pero me rebelo contra el uso indeseado de la música hasta en los ascensores de edificios públicos, y hasta en los teléfonos mientras uno espera. Nos hemos convertido al respecto en pacientes y resignadas ovejitas. Un buen amigo mío, el compositor norteamericano Virgil Thompson, le declaraba a periodistas que le preguntaban acerca de la música ambiental “Everybody has a right to silence” – “Todos tenemos el derecho al silencio”.

Y, si bien la tortura es en teoría piadosamente proscrita de nuestros países, en la práctica se efectúa y se viola la seguridad de la persona, a veces con métodos “científicos” como es el caso de la picana eléctrica, que se utiliza para torturar en algunos países de nuestra región.

Progreso científico mal distribuido

Todos, según la Declaración de los Derechos del Hombre, tenemos “derecho de participar en el progreso científico y en el beneficio que de él resulte”. Pero no hay nada peor distribuido que ese derecho. El 20% de los países del orbe produce el 95% de los conocimientos científicos y tecnológicos, y el Tercer Mundo  le corresponde sólo el 5%. Mientras un país de doscientos veinte millones de habitantes (el 5% de la población mundial), los Estados Unidos, consume el 37,5% de la energía, muchos en Asia, África y Latinoamérica se calientan con leña que escasea y encuentran una gran cosa el poder cocinar con biogás, producto de la descomposición de excrementos y otras materias orgánicas.

Electrónica vs Derecho al trabajo

Un derecho que está implícito en la Declaración y sobre el cual han hecho hincapié los países socialistas, es el derecho al trabajo. Tomaremos un solo ejemplo de cómo la ciencia y la tecnología pueden afectar tal derecho, pero es un ejemplo de peso y de actualidad. Se trata del efecto de la revolución microelectrónica. Como es bien sabido, mediante el uso del “microchip” y de los circuitos integrados, se han logrado inmensos progresos en la automatización y en la informática, de tal suerte que, según la Academia de Ciencias de los Estados Unidos “la era moderna de electrónica ha introducido una segunda revolución industrial… su impacto sobre la sociedad pudiera ser aún mayor que el de la revolución industrial original”. Hoy en día se pueden colocar en un solo microchip, de unos milímetros cuadrados, equipos que hace no más de unos veinte años hubieran llenado un cuarto entero. Más de cuatro mil millones de dólares están invertidos en la industria de relojes electrónicos, calculadoras, juegos y otros productos, con una producción a un costo reducido.

Tal revolución tiene su lado bueno, pues, en principio al menos, aumenta la eficiencia y la productividad y lleva en parte a una redistribución del mercado del trabajo, pero, por otro lado, conduce a lo que en inglés se ha llamado “jobless growth” – crecimiento sin creación de nuevo empleo. Serán afectadas en especial las industrias textiles, de vestimenta, zapatos y bienes de cuero, que han sido tradicionalmente industrias intensivas en labor. Colin Norman cita una empresa textil en Inglaterra que ahora, con una fuerza laboral de 95 personas, produce lo que antes producía con 435 personas. En un momento dado, en Suiza, la introducción por los japoneses de los relojes microcircuitados llevó a la perdida de trabajo a no menos de cuarenta mil empleados. Y, como siempre, el Tercer Mundo será especialmente afectado, en dos formas: primero, la automatización de las fábricas en los países desarrollados llevará a la erosión de la ventaja comparativa de los países subdesarrollados, con su mano de obra más barata pero menos diestra. Y, segundo, la concentración de la microelectrónica en los países industrializados aumentará la enorme diferencia en riqueza entre los países desarrollados y subdesarrollados.

El efecto de la tecnificación sobre el empleo no es un problema nuevo, desde luego, pues todos pueden recordar lo que ocurrió con las tejedoras automatizadas en el siglo XIX que dieron lugar al surgimiento en Inglaterra de los ludistas, que se dedicaron a destruir las máquinas. Tanto porque las consideraban factor de desempleo como porque su producto era, decían, de mala calidad. Aquí, de nuevo, existe un caso evidente en que un desarrollo tecnológico revolucionario puede producir una disminución de un derecho fundamental del hombre y de la mujer. Y debemos mantenernos alertas para que tal revolucionario cambio, o progreso si se quiere, coincida con medidas sociales y políticas que maximicen sus efectos bienhechores y disminuyan sus efectos dañinos.

Un derecho adicional: agua y aire puros

Un derecho que no está mencionado en la Declaración es el derecho al agua y al aire puros. Todos sabemos que, como consecuencia del desarrollo industrial, producto bastardo de la ciencia y su aplicación, el aire de nuestras principales ciudades está contaminado por emanaciones industriales y automovilísticas y el pH de muchas aguas ha sido adversamente modificado por la “lluvia ácida”. No quiero exagerar las cosas, pues, pese a todo, la esperanza de vida ha aumentado y las enfermedades respiratorias no se han incrementado en las ciudades afectadas; además, no creo que haya otra alternativa a la de investigar el fenómeno a fondo para poder corregirlo. Pero, así y todo, la polución ambiental constituye, para mí, una violación de un derecho humano.

No es que no crea necesario efectuar investigación sobre problemas del Tercer Mundo cuya solución puede influir, al menos a corto plazo, sobre el nivel de vida de sus habitantes, tales como la ecología y agricultura tropical, las tierras áridas, la biomasa. Ese tipo de investigación, de paso, beneficia también al primer y al Segundo Mundo. La alternativa sería un resignado e inaceptable status quo.

Ciencia para el progreso del Tercer Mundo

Quiero destacar algunos programas de investigación en ciencia y en tecnología que pueden servir de modelos de lo que se debería hacer para aliviar los sufrimientos de un gran número de personas del Tercer Mundo y para rellenar en algo el precipicio que los separa de los habitantes de regiones más afortunadas. Ya hemos mencionado las investigaciones de Norman Borlaug y otros, que han elevado la productividad agrícola, en particular del arroz, en México y en la Filipinas. En el campo del control de insectos, el Centro Internacional de Fisiología y Ecología de Insectos (ICIPE) en Kenia se está trabajando en la búsqueda de nuevos insecticidas para pestes tropicales. La Organización Mundial de la Salud mantiene un activo programa de investigación en 6 enfermedades tropicales que afectan a millones de personas, y ya se está a punto de conseguir una eficaz vacuna contra la lepra. La investigación sobre sustancias contraceptivas para el uso en el sexo masculino, se está haciendo en 14 países. La UNESCO, a través de la recientemente creada Organización Internacional para las Ciencias Químicas para el desarrollo (IOCD), ha iniciado un programa de síntesis y de estudio pantalla para el tratamiento de varias enfermedades tropicales en Brasil, Bulgaria, Inglaterra, India, Irán, México, Singapur y Tailandia.

Estos ejemplos son quizás poco, pero los menciono porque muestran el camino que se debe seguir en el futuro, y ejemplifican lo que se puede hacer para darle al ser humano en forma igualitaria el derecho a la salud y a la vida. Dice Pierre Crabbé en un artículo reciente: “En ningún momento en las historia del hombre ha sido confrontado con tantos problemas que requieren soluciones intelectuales y técnicas”.

Pero, al mismo tiempo, la indignación que producen estos datos está, gracias a Dios, servida por la información cuyo caudal, la ciencia y la tecnología han aumentado tanto. Y si su abundancia es causa de crisis ¡bienvenida!, pues no es el momento de cerrar los ojos o de esconder la cabeza en la arena, sino de efectuar las reformas o las revoluciones necesarias para que cambie el estado vigente de las cosas.

En la Declaración se dice que se deberá favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones, así como la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Y es allí, en ese ethos universal, donde la ciencia, y no la tecnología, debería ejercer su influencia bienhechora.

A pesar de todo, creo en la bondad del espíritu científico

Con el peligro de caer en la ingenuidad, creo firmemente, como viejo positivista que soy, en la bondad del espíritu científico, con todo y que se viola con tanta frecuencia. Creo aún en aquellas virtudes de la ciencia que expusiera Robert K. Merton, de universalismo, comunalismo, desinterés y escepticismo organizado. Se violan, si, pero existen como norma y nos deben señalar el camino. En la “República de la Ciencia”, las verdades fundamentales le pertenecen a todos; es en ella indispensable mantener una actitud abierta y compartir sus conocimientos con otros; la guía en el comportamiento debe ser el bienestar de nuestro hermano el hombre y de nuestra hermana la mujer, sin ningún interés propio que no sea la satisfacción otorgada por el reconocimiento general; y nada se debe afirmar que no sea respaldado por lo que en anglosajón llaman “la evidencia”, objetivamente obtenida. Sé muy bien que mi punto de vista al respecto es muy atacado por muchos, que ven en el mundo científico un microcosmos de envidia, interés, sesgo y egoísmo. Pero he tenido en mi vida suficiente vivencia con comunidades de científicos para saber que, al menos en sus actos profesionales, impera la tolerancia y la comprensión, la generosidad y el altruismo, y el deseo de compartir ideas y bienes. Puede ser que un mundo, en que llegue a predominar ese “ethos” científico y donde, como decía Teilhard de Chardin “es para ser y conocer más bien que para tener y poseer que uno dará su vida” (cito de memoria), tenga esperanza de vida más allá de lo que nos puede permitir la actualmente loca carrera armamentista, así como una competencia egoísta por el poder y los bienes de esta tierra. En todo caso, como lo declaran en su famoso manifiesto de 1955 Russell y Einstein “En esta oportunidad, no hablamos como miembros de este o de aquel país, continente o credo sino como seres humanos, como miembros de la especie humana, cuya supervivencia está en duda. El mundo está pleno de conflictos; y, sobrepasando a los conflictos menores, presenciamos la lucha titánica entre comunismo y anticomunismo… Como seres humanos, apelamos al ser humano: recuerden su condición de hombre y olviden lo demás”.

Vivir peligrosamente

Puede parecer pesimista lo que aquí afirmo, pero en última instancia no lo es. Es claro que toda ciencia y toda tecnología nueva implica un riesgo y puede dar lugar a lo que el sociólogo francés Raymond Boudon ha denominado “efectos perversos”. Pero hay que “vivir peligrosamente” y riesgos hay que tomar. Pero hagámoslo con mente lúcida y a sabiendas. Creo firmemente que, dada su razón y su inteligencia y, a través del uso humano de la ciencia, el hombre puede encontrar las soluciones a los problemas que lo acechan, como consecuencia del uso indebido e injusto de la tecnología. Pero la investigación intensa y prioritaria que ello implica no puede ser beneficiosa sin el concurso de medidas políticas, sociales, económicas que regulen, limiten y modulen la utilización desenfrenada del nuevo conocimiento.

Por: Grupo de Opinión Cambio Universitario

 

REFERENCIAS

Crabbé, Pierre (1983). “A New Challenge for the University” en Interciencia, Nº 8, pág. 279-283.

Colin, Norman (1981). “The impact of microelectronic on employment and the global economy”, en Interciencia, Nº 6: 388-394.

Instituto Internacional de Estocolmo de Investigaciones para la Paz (SIPRI) (1982). ¿Armamentos o desarme? (folleto), Taylor & Francis Ltd., Inglaterra.

Leger Sivard, Ruth (1982). World Military and Social Expenditures, World Priorities, Leesburg, Virginia.

Merton, Robert K. (1968). “Science and Democratic Social Structure” en Social Theory and Social Structure. The Free Press, New York, pp 604-615.

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Cambio Universitario. Octubre, 2017

https://cambiouniversitario.wordpress.com/

Caracas, Venezuela: Universidad Central de Venezuela (UCV).