2017: La Navidad de la rata

Cerca del Módulo Comunitario «Cecilio Acosta», en el sector del barrio «La Maca» de Petare – quizás el chabolario más poblado del mundo – dos chicos se pasan un pan relleno. Relleno de rata. No es la primera vez que comen lo que muchos considerarían impensable. Pero esta vez es motivo de alegría, pues la carne de roedor está en formato “sándwich”. Consiguieron pan, y además, de la marca «Bimbo». Su preferido. Es una ocasión feliz. El sándwich de rata es su cena de Navidad adelantada. Un platillo de lujo en una de las comunidades más pobres de Venezuela, un país que pasó de ser la Suiza de América Latina a ser uno de los países más pobres del Mundo.

Petare, ese gigantesco conglomerado de miseria y sueños rotos que desde hace por lo menos unos 40 años rodea Caracas, ha crecido bajo el chavismo hasta niveles insospechados. Un estudio del CAMEBA cifraba la población total de Petare en 1998 en poco más de 80.000 habitantes. En ese año Hugo Chávez ascendió a la presidencia con un proyecto claramente comunista y la firme promesa de acabar con la miseria y la pobreza, pero falló miserablemente. Un censo reciente coloca la macro favela de Petare en más de medio millón de almas, y cifras extraoficiales expanden los números hasta unos impresionantes 1,6 millones de habitantes.

Petare
Barrio «Petare», Municipio Sucre, Edo. Miranda, el más grande de Latinoamérica. Imagen cortesía de Primicias24.com

Es precisamente en esta “ciudad de ciudades” donde Freddy y Loquito viven. Son dos “chamos” – dos chavales – del sector «La Maca». No son indigentes. No son huérfanos. Tienen familias bastante estructuradas, con padre y madre y hermanos mayores y menores. Y todos los miembros adultos de sus casas – tres en el caso de Freddy y dos en el caso de Loquito – trabajan con salarios fijos mensuales. Una rareza en la precariedad socio-económica que actualmente destroza a Venezuela, en especial en los sectores populares como Petare. Sin embargo, por mucho que los adultos intentan poner alimentos sobre la mesa, el dinero no llega y la escasez no perdona.

Los víveres no se consiguen: ni aceite, ni harinas, ni carnes, ni legumbres. Lo poco que se encuentra en los anaqueles de los negocios está a precio de oro. La mayoría de la población come ahora apenas una vez al día. Y la situación es tan precaria y el desabastecimiento tan portentoso, que el propio gobierno ha usado el hambre como mecanismo de control político y chantaje social, ofreciendo regalar alimentos estas Navidades a través de una red de distribución de afectos al gobierno: las cajas CLAP. Pero hasta en esa promesa Maduro fracasó, el tan ansiado “pernil” nunca fue distribuido. El mandatario venezolano, en cadena nacional, acusó a Portugal de sabotearlo e impedir la distribución de estas piezas de cerdo. En la casa de Freddy la caja de CLAP nunca llega, y con tres sueldos mínimos tienen que hacer malabares para mantener viva a una familia de cinco, a veces expandida a siete, cuando acogen a los abuelos maternos.

“Los viejos de mi madre están burda de mal loco. Ellos viven un pelo más arriba de donde vivimos nosotros y de pana que uno está es esperando que se piren o los quiebren. Esa zona esta es arrecha. Demasiada hampa. Pero además no comen es nada. Nada de nada. Una semana mi vieja se fue a buscarlos porque no se sabia de ellos desde hacia tres días. Mi abuela estaba tirada en el suelo, inconsciente. Ida. Y mi abuelo estaba igual en la cama. Tenían más de cuatro días tomando agua y más nada. No tenía nada que comer. Nada de nada”.

hambre
La pobreza extrema que azota a las familias venezolanas ha impulsado a muchas personas a hurgar en las bolsas de basura para poder comer. Imagen cortesía de «El Sol de Colombia»

El caso de Loquito es más o menos similar:

“Nosotros somos más y tenemos mucho chamito ¿tu ves? y los chamitos lo que hacen es comer y joder, más na’. Yo si no como para que mis hermanitos coman lo hago… Pero ahora ni eso… ya eso no importa. No hay peleas que si este comió y el otro no… porque no hay na’ que comer, pa’ nadie ¿tu ves?. Na’ de na’ Un tiempo, cuando llegaba pollo que nos pasaba un primo de mi padrastro, nos organizábamos repartiendo las presas entre los que salían a chambear – con las “presas”Loquito se refiere a las partes con más carne del polloy las alitas y los demás pellejos a los carajitos. Para que los que salían aguantaran la pela todo el día ruleteando, mi padrastro es taxista y mi hermano buhonero. Yo se que le echan bola seria pues, pero que va loquito, na’ de na es lo que hay papá ”.

El testimonio del muchacho narra una realidad nacional: los niños son los más afectados por la hambruna que azota al otrora millonario país. Venezuela, aquella nación Saudita del petróleo, el chocolate y las misses, entierra ahora a sus hijos, muertos de pura hambre. Loquito, por supuesto, no me cree cuando le cuento que Venezuela alguna vez -no hace tanto – fue uno de los países punteros del mundo

“¡Na’ chamo! ¿Y yo soy el loco? ¿Mejor que Brasil y Colombia y Puerto Rico? Nah loquito… que va… tas cobeando loquito. Aquí siempre se ha estado igual”.

Caracas 1970
Caracas para 1967. Imagen cortesía del Archivo de la Fotografía Urbana.

Loquito agarró ese apodo por dos razones: la primera es porque usa mucho la palabra. Es una muletilla insistente que impregna todo su discurso. La segunda porque, como su amigo Freddy explica “es burda de arriesgado, burda e’ loco chamo”. Una valentía nacida de la desesperación que hizo a las dos familias hermanarse en un descabellado proyecto. Un proyecto para matar el hambre, antes de que el hambre los matara a ellos: cazar ratas.

A por el “Mickey”

Fue precisamente Loquito el que tuvo la idea inicial de comer rata para sobrevivir.

“La vaina comenzó como una joda… un día vimos una rata gorda, pero cebada loco como un perro… y el Loquito propuso fritarla dijo que los chinos comen rata… entonces a la mañana siguiente… yo tenía como tres días sin comer de pana es nada… me le monté en cacería y la pesqué entre las bolsas de basura. La cocinamos caleta en la casa, a la plancha, porque ni aceite ni una verga, solo teníamos un poquito de sal. Estaba burda de buena. Ahí empezamos».

Freddy y Loquito empezaron a cazar ratas como podían. Primero hacían expediciones a las basureras – zonas dentro del chabolario donde se acumulan las bolsas de basura – luego empezaron a experimentar con trampas. Tobos con agua – barriles de plástico muy comunes en Venezuela – y una tablita de madera precaria untada con algún residuo orgánico – el jugo de la podredumbre que las bolsas de basuras emanan, un trocito de fruta pasada frotada sobre la madera o un poco de hasta su propia sangre – y montaban la tablita sobre el borde del tobo, con el lado del “cebo” apuntando hacia el centro.

Bucket Rat Trap
Imagen referencial de una trampa caza ratas.

“La vaina es como las películas de Piratas del Caribe, ¿tu ves la trampa? Na’ que vas a ver si se ve burda e malel testimonio lo están dando por una llamada de Skype, facilitada a través de un amigo en común que aún lucha por ejercer el periodismo en Venezuela, pero la comunicación es precaria y la imagen se ve distorsionada y borrosa. Venezuela tiene actualmente uno de los peores accesos a Internet del planeta, con velocidades de conexión que en la mayoría de los casos no superan los 1.5 megas – entonces la rata camina por la plancha, tenemos un hilito de pabilo aquí en la base del palito ¿si? y la rata se apoya en la punta y la base se levanta hasta que la tensa el hilito y se cae la rata pa’ dentro. Es como caminar por la plancha tipo Jack Sparrow… ella se ahoga ahí y el agua evita que lo zamuros – así le llaman a los buitres en Venezuela – se coman la rata durante la noche o cualquier perro la muerda. Después la sacamos del agua, la secamos, la pelamos y la fileteamos. Y plomo. Quedan nené” explica Loquito con una sonrisa.

Comer “Mickey” – en clara alusión al popular ratón mascota de Disney – se ha vuelto un trabajo a tiempo completo para los dos jóvenes. Una labor que realizan en conjunto con sus familiares: los padres lavan, pelan y preparan los roedores. Las trampas las arman entre los adultos y los niños y luego las “siembran” – las colocan – en las zonas que consideran más “efectivas”. La cacería le ha proporcionado a las dos familias un acceso a una fuente de proteínas que les está salvando la vida.

Bolsas clap
El régimen de gobierno ha creado un mecanismo de control social a través de la distribución de alimentos a través de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Imagen cortesía de Runrun.es

“La vaina es que los vecinos se están pillando el beta. Aquí en la comunidad ya varios sospechan que nos comemos las ratas. Y hemos visto trampas que no son nuestras. Lo malo de esto es que las vainas arrancan así y terminan tu sabes… plo plo plo… así arrancan las culebras”. Explica Freddy.

Cuando habla de “culebras” el muchacho se refiere a los feudos y las peleas que terminan violentamente y que componen una buena parte de las 26.600 y tantas muertes violentas que registró Venezuela solamente durante el pasado 2017. El chico teme, con razones justificadas, que la competencia por comerse las ratas sea tan feroz, que termine en enfrentamientos a tiros. Una situación para nada descabellada, considerando que en Venezuela existe una impunidad de 92%en los delitos de asesinato y que es más fácil y casi más barato comprar un revolver calibre .38 que un kilo de arroz.

Armas
La Ministra para Asuntos Penitenciarios Iris Varela en una supuesta incautación de armas en un penal venezolano. Imagen cortesía de Noticias RCN.

Una redada en una cárcel de Venezuela arrojó más de un centenar de armas incautadas entre los reos. Las armas de fuego son comunes en todos los estratos de la sociedad. Foto cortesía RNC

Mientras la conexión se congela por millonésima, vez decidimos terminar la entrevista. Mi colega en Caracas les prometió acercarlos a su casa “solamente hasta la redoma de Petare” y ya son las cinco de la tarde. Venezuela, en particular Petare, es un campo de batalla cuando se pone el sol. Ni el compañero periodista ni los chicos quieren estar fuera de sus “zonas” cuando caiga la noche. Mi colega por temor “puro, duro y sincero. No voy a subir cerro a la noche” dice en referencia a llevarlos hasta su casa en La Maca. Y los chicos porque la competencia por atrapar las ratas está arreciando “mejor llegar tempranito, sembrar las trampas como es debido y garantizarnos la papa – el alimento – loquito, porque ahora cada vez hay más trampas y menos Mickeys”.

Comiendo de la basura
       Una pequeña niña rebusca alimentos entre la basura. Imagen cortesía de NotiActual

Me despido apresuradamente de los dos muchachos, les doy las gracias por su testimonio y les deseo una Feliz Navidad, un Próspero Año Nuevo y de corazón: un futuro con algo más de esperanza, aunque parezca imposible. Cuelgo el Skype recordando que, no hace tanto, Chávez pregonó a los cuatro vientos que durante los años finales de la Cuarta República – ese período de 40 años en el que Venezuela salió de la dictadura, comenzó a explotar el petróleo, se volvió un paraíso saudita y luego se descompuso social y políticamente – en las barriadas como Petare se comía “perrarina” – croquetas para perros – porque no había que comer. El mito de la perrarina ha sido desbancado en miles de oportunidades, pero vale decirlo de nuevo: las croquetas para perros, el alimento para mascotas, es más costoso que los alimentos humanos más baratos. Legumbres, verduras, sardinas, carnes para guisar y carnes de cerdo – entre otros alimentos – son más baratos kilo a kilo que la perrarina. Lo era así en esa época, lo sigue siendo ahora, lo será así siempre por razones prácticas de producción. Chávez mentía. Igual que su proyecto mentía en sus objetivos. La ideología redentora que prometía acabar con la desigualdad en uno de los países más ricos del planeta, alimenta ahora la miseria como mecanismo de control. El hombre que prometió acabar con eso de “comer perrarina” dejó ahora de legado la Navidad de la Rata.

Por: Frank Calviño

@FrankCalvino

fcalvino1386@gmail.com

Comunicador Social, Universidad Central de Venezuela (UCV)

Asesor en Comunicación Corporativa

 

REFERENCIA

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Cambio Universitario. Enero, 2018

https://cambiouniversitario.wordpress.com/

Caracas, Venezuela: Universidad Central de Venezuela (UCV).