Tengo miedo ¿Y tú?

Si me preguntaran, ante la realidad de nuestro contexto país hoy, por mis temores y si tengo miedo, mi respuesta es definitivamente: ¡SI!, tengo miedo.

Si ahora me preguntas, de qué tenor es el miedo, cuánto miedo tengo, puedo responder que mucho. Mucho miedo. Si hubiera la posibilidad de medirlo, respondería que mi miedo y mis miedos están a nivel del cien por ciento, mi capacidad para albergar el miedo está copada. Mi indicadores de miedo pueden estar por debajo del de muchos de ustedes, tal vez al mismo nivel, y quién sabe si por encima del que algunos de vosotros pueden albergar en los recónditos lugares de su emocionalidad.

Ahora bien, el miedo puede escalonar y subir, pero como ya estoy saturado de él, mis emociones no pueden otra cosa que escalonar y subir. Su siguiente estadio, el terror y después el pánico que paraliza y sumerge en la inacción. De allí, aceptar el todo como derrota y caer en depresión hasta que la muerte me alcance. Es una forma de responder a los estímulos de esta experiencia pavloviana a la que se nos pretende someter.

Pero no sólo es ésta la única posibilidad que me dejan el miedo, el terror y el pánico. Me encuentro ya en la zona del terror, y allí la muerte puede sobrevenir de dos maneras: 1. Muero súbitamente porque las respuestas de mi organismo para recuperar sus equilibrios internos fallan y no funciona la homeostasis de mi organización biopsicoecológico social; o 2. Sucumbo ante el irrefrenable ataque de mi victimario. Conclusión, en el contexto pa´ sí que hábito, la muerte está a la orden del día.

Una vez haya muerto, la naturaleza se ocupara de redimir mis restos orgánicos o mis cenizas según sea el caso, para reconstruir la vida e incluso para dar vida a otros entes, desde insectos y alimañas hasta ser parte de la más frondosa vegetación. En uno u otro caso, qué importaría ya luego de haber fallecido a consecuencia de mis miedos. Entonces, ya no habrá posibilidad de preguntarme, ¿Dónde he quedado ante mis responsabilidades para conmigo mismo en primer lugar, y para con el legado histórico civilizatorio que me ha sido dado luego de la vida de unas quinientas generaciones a lo largo de diez mil años, en segunda instancia? La naturaleza me trajo a la vida como un ser ganador. Es la muerte que, a decir de la religiosidad, conduce a la vida eterna, pero a todas esas, y ¿Cómo queda mi paso por el mundo ante la vida, donde perdí mi existencia?… ¿Qué cuentas he de entregar ante Dios?

Sé que siempre estaré acompañado por la muerte, pero por ahora no quiero abrazarme con ella, no es eso lo que deseo como existencia, aunque ello es lo que desean imponer quienes se dicen dueños de mi destino y, mediante acciones totalizantes que impiden las expresiones de libertad que son inmanentes al ser humano, usurpan funciones públicas y accionan fraudulentamente el destino de nuestro país hasta negarme la vida y mi venezolanidad. Desean que no exista más que como ficha de la vida y no como constructor de mi propio destino y logros de mi felicidad.

Un investigador estadounidense, ¡malaya el imperio!, estableció que los seres humanos funcionamos individual y socialmente conforme una escala de satisfacción de nuestras necesidades. Desde las básicas que disponen nuestra vida en cuanto disponer alimentación, vestido y protección contra los rigores del medio ambiente pasando de allí a aquellas que nos brindan seguridad personal y avance hacia la autorrealización, por cierto, la escala más alta luego de necesidades que se avienen con los afectos y la familia así como el reconocimiento en los niveles tercero y cuarto de los cinco que hasta ahora han sido establecidos.

Satisfacer mis necesidades de primer nivel corresponde a la sobrevivencia. Es la vida pura y simple, sin expectativas, sin disfrute y sin goce alguno de nuestra presencia en y ante la naturaleza. La escala mayor, la autorealización, me ubica ante la satisfacción personal por el sólo hecho de estar en la vida, en el mundo y ante mi existencia. Son los espacios ganados para el ejercicio de mi libre albedrio, de mi libertad, de mi tranquilidad, de mi paz y por ende, de mi bienestar. Nada que ver con la disposición de lo material, emocional o espiritual y si con lo que haya decidido hacer de mi vida, pero sobre todo, por el contenido que haya dado a mi existencia. Existo, luego soy.

Ahora, dueño de mi existencia, estoy a disposición del juicio de la naturaleza; he cumplido con el legado que me ha correspondido para dar pasos en avanzada civilizatoria ante mi contexto social; he cumplido con la entrega del testigo histórico civilizatorio que dinamiza el desarrollo y crecimiento humano de esta raza; habré cumplido con Dios y, por tanto, sin temores ante su juicio, dado que trabajé por la evolución del ser y de la humanidad. He trabajado para incrementar los desequilibrios entre el bien y el mal, apoyando fiera y firmemente al primero y sobreponiéndome al miedo, evitar de los avances del mal.

Al aceptar y reconocer mis miedos ha llegado el momento de preguntar, ¿Y ahora, quién tiene miedo?, ¿Cuál es el deseo objetivo de tu paso por el mundo de la naturaleza y los seres humanos, que todo cambie y transformemos la vida en existencia como corresponde a una raza ganadora, o que quienes pretenden llenarnos de desesperanza para garantizarse el poder eterno a factores del mal terminen por imponerse ante nosotros? Saca tus miedos, avancemos. Ha llegado la hora en el contexto de un nuevo discurso político y narrativa diferente que acompañe el goce y disfrute pleno del existir en una Venezuela civil libre y democrática.

Por: Bismarck Ortiz Rondón

@BismarckOrtiz

@bismarck ortiz rondon

Docente e investigador de la Universidad de Oriente (UDO)

Delegado de Planificación Universitaria del Núcleo Bolívar.

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Cambio Universitario. Noviembre, 2018

https://cambiouniversitario.wordpress.com/

Caracas, Venezuela: Universidad Central de Venezuela (UCV).

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